LAS TENDENCIAS DE TRANSFORMACION*
Por Gerardo Murillo “Dr. Atl” (1875-1964)
Yo afirmo categóricamente que no pueden transformarse las industrias indígenas de ningún país –ellas son un producto de tal manera peculiar, tan íntimamente ligado a la idiosincrasia de sus productores, que el tocarlas es destruirlas.
Las tentativas de transformación realizadas en todos los países, han destruido totalmente el carácter de las industrias vernáculas que los transformadores han tocado.
Cuando en una región productora de artes populares se manifiestan tendencias interiores o tentativas provenientes del exterior para modificar esas artes-obvio es decirlo – es porque existen razones de orden exclusivamente comercial que exigen la intensificación de la producción indígena. Todo el barniz de arte, o de mejoramiento y hasta de altruismo con se pretenden revestir esas razones, es falso, y la prueba evidente es que no hay un solo caso de intensificación artificial de la producción aborigen, en que ésta no se haya convertido automáticamente en una industria pura y simple con todas las características de un producto comercial.
Ejemplos.
En el Japón. Mientras el arte japonés permaneció recluido en el imperio tuvo un carácter muy especial y muy homogéneo, pero cuando el Japón entró de lleno en la civilización europea, la ambición y la inteligencia de los japoneses, trataron de explotar sus industrias y las modificaron adaptándolas al gusto y a las necesidades europeas. Las compañías manufactureras obtuvieron el apoyo de gobierno y las artes manuales autóctonas al servicio de las necesidades materiales y del buen gusto de toda la nación, se transformaron en artículos de exportación, y perdieron todas las cualidades que se pretendían conservar.
En otras palabras: para comercializar los productos japoneses, los japoneses tuvieron que desjaponizarlos. Nadie puede afirmar, con fundamento de razón, que todo lo que hoy vemos en las tiendas niponas de Nueva York o de San Francisco, de Los Ángeles o de México, sea superior en gusto y en calidad a los productos japoneses que no han perdido su carácter, que raramente se encuentran en esos establecimientos, y que hoy día es necesario ir a buscar al Japón mismo.
Otro ejemplo. En China. Después de que los ingleses firmaron los tratados de Nan-Kin, el industrialismo europeo comprendió la importancia de europeizar la industria de la porcelana china, y el gusto europeo exigió a los productores del Celeste Imperio, especiales formas y especiales decorados. Se hicieron, desde entonces, y se sigue haciendo hoy día bajo esa exigencia, vajillas, vasos, juegos de té, etc.
¿Quién podrá negar que un vulgar objeto chino autóctono, es más bello que la más preciosa vajilla influenciada por el gusto de los comerciantes ingleses o franceses?
Otro ejemplo. En México, en 1915 el Sr. Luis G. Murillo llevó a cabo una serie de trabajos para hacer algunas modificaciones a la cerámica de Tonalá. Se fabricaron jarros de diversa formas, distintas de las usuales, y se hicieron algunas modificaciones en la decoración. Mientras no se salió del criterio indígena, las obras fueron buenas, pero en cuanto quisieron aplicarse los elementos derivados de las producciones azteca y tolteca, el fracaso fue inmediato: la loza perdió su carácter, los botellones se llenaron de grecas arbitrarias, y la loza vidriada-aquellos jarros chocolateros tan típicos y de un sentimiento decorativo tan espontaneo y tan fuerte-se convirtieron en filigranas de mal gusto.
Es necesario convenir, sin embargo, que el señor Murillo llegó a realizar algunas transformaciones de los fondos de las decoraciones de las vasijas, que, sin quitarles interés a las piezas les han dado una mayor variedad.
El instinto artístico de los decoradores de Tonalá fue eliminando poco a poco la imposición del grequismo y tomando de los elementos arqueológicos aztecas, toltecas o mayas aquellos que más cuadraban a su propio sentimiento, los aplicaron con sobriedad a las antiguas y a las nuevas formas de vasijas de barro cocido.
El comercialismo está en su pleno derecho de tratar de reformar las artes autóctonas de un país, o de aprovechar sus elementos dentro de sus actividades del maquinismo contemporáneo, pero esa labor nada tiene que ver con el espíritu mismo de esas artes.
Las industrias indígenas no pueden ni transformarse ni mejorarse: son lo que son.
Ni se pueden modificar ni pueden adaptarse a las necesidades contemporáneas.
Fuera de las artes plásticas deben citarse otros ejemplos que conducen a las mismas conclusiones.
Algunos músicos de México, uno de ellos muy culto, el maestro Ponce, ha pretendido vestir de gala la música nacional para presentarla ante el publico, arbitrariamente ataviada. La música popular no necesita vestiduras, como no necesita modificaciones un sarape de Oaxaca o un jarro de Guadalajara. El maestro Ponce ha caído en el error en que cayeron los industriales japoneses, el Sr. Murillo, y en el que están cayendo los jóvenes que tratan de repristinar o modificar las lacas de Michoacán en el Museo Nacional.
Gustemos de las obras del pueblo tal como son. No pretendamos transformarlas alegando un espíritu de progreso.
El progreso es otra cosa.
*Tomado de “Las Artes Populares en México” de Dr. Atl, (fragmento) incluido en Textos Sobre Arte Popular. Antología, Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías y Fondo Nacional para Actividades Sociales. 1982. Pp.36-39.